Traducido por María Muñoz
Dada la popularidad del tema de género, en este ensayo me arriesgo a perder la mitad de mi recién obtenida audiencia. Esto se debe a que en lugar de repetir slogans progresivos, ofreceré un análisis alternativo de la relación entre la política de identidad de género y la política de izquierda. Utilizando mi concepto de ‘jerarquías de valores alternativos’, destacaré ciertos problemas con la actual temática de género y otras identidades tradicionales en el contexto social y desigual del neoliberalismo. Primero se discutirá la relación general entre la política de género y el socialismo, antes de identificar de qué manera se puede percibir a este movimiento como un refuerzo al neoliberalismo así como una amenaza a la identidad de la clase obrera (entre otras). Como siempre, terminaremos la discusión con una nota constructiva sobre una propuesta modesta para reformular las identidades básicas de género en lugar de abolirlas.
No
debe de haber confusión: el movimiento socialista y la política de género han sido
aliados desde hace mucho tiempo. La alianza más vieja se dio con el feminismo
(primera y segunda ola), debido a que las demandas por equidad política y
social surgieron como parte de ambos movimientos. Las fuerzas socialistas y
especialmente las comunistas, han estado en el primer plano de la equidad de
género. Marx y Engels, entre otros, fueron los primeros críticos de la
denigración de la mujer en la sociedad burguesa, asimismo, fue la Unión
Soviética de Lenin la primera en instalar una equidad política entre hombres y
mujeres en 1918. En países sociales demócratas los partidos de izquierda pronto
se dieron cuenta que, al igual que el racismo, el sexismo era parte del conflicto
entre clases: la discriminación hacia las mujeres era discriminación hacia las
familias de la clase obrera. En cuanto al movimiento LGBTQ, hay cierta
preocupación por la equidad y emancipación, pero sobre todo, la alianza entre
los socialistas y la izquierda ha sido una de conveniencia[1].
La búsqueda por libertad sexual y reconocimiento está en la base de la
filosofía liberal, pero debido a la manera en que los partidos políticos están
estructurados en occidente, los activistas de género encuentran su hogar en el
lado izquierdo del espectro. Dado que los conservadores típicamente se unen con
la élite y con los intereses pro capitalistas en el espectro derecha-izquierda,
en muchos países las minorías sexuales comparten un enemigo con los partidos
socialistas. De esta forma, en Estados Unidos, Brasil y
Europa, los activistas feministas y
gays, así como los trabajadores sindicalizados han compartido marchas y listas
de votos. En su discurso del día de la mujer del 2019, el presidente Andrés
Manuel López Obrador expresó la búsqueda por el fortalecimiento de una alianza
similar de progreso. Un objetivo valioso.
Pero hay tensiones debajo de la superficie. Uno solo tiene que hacer el esfuerzo de hablar con las personas (o para aquellos que sufren hipocondría de clase, leer sus reacciones en línea) para darse cuenta que la alianza entre la base democrática de los partidos socialistas y los activistas de género es tensa. En lugar de comprometerse con rechazos elitistas y comentarios de ‘ignorancia’, el progreso sería bueno para entender dicha tensión. A continuación, ofrezco mi parte en el problema, sugiriendo que mucha gente muestra renuencia en cuanto a que la política de género viene de un sentimiento justificado que es parte de un ataque a su status y valor propio en una sociedad con creciente inequidad.
Considerando la siguiente declaración progresiva y cliché sobre las mujeres, parafraseado en cientos de anuncios, slogans y narrativas: “No me halagues por mi aspecto, también soy muy inteligente”. Es cierto que las mujeres son usualmente juzgadas por la manera en que se ven. Sin embargo, ¿nos damos cuenta de que la inteligencia, al igual que la belleza es un regalo natural, y que su mérito no se refleja de la misma forma que virtudes de carácter como la perseverancia y la honestidad? Claro, pulir la inteligencia comprende un proceso, pero también la belleza. La verdadera diferencia entre ambas es que la inteligencia es más útil para la acumulación de capital. Lo mismo pasa con otras características por las cuales queremos ser reconocidos, a parte de nuestros papeles tradicionales en la cultura posmoderna: creatividad, esfuerzo, logros. ¿Qué está pasando? Veamos más a fondo.
Yo defino el neoliberalismo como un programa político dirigido a instalar competencia y el mercado es el principio general que opera en la sociedad. Culturalmente, está enfocado a reducir todos los valores y trayectos de vida para que puedan entrar los motivos centrales de competencia y consumo. Piense por ejemplo, en la extraña urgencia en su mente de ser productivo o de alguna manera monetizar su tiempo libre y pasatiempos (“ese trabajo de caridad se vería bien en mi C.V”). En la sociedad neoliberal, los valores se ven reducidos a una posición en la escalera socioeconómica. En nuestra sociedad, las partes inferiores de esta escalera son las más pobladas, y las posibilidades de moverse de ahí son pocas. En el nivel de la construcción de la identidad personal, hay dos caminos fundamentales que seguido se caminan simultáneamente: uno es la ‘psicología motivacional’, vía en la que se compra el cuento de Cenicienta basando la autoestima no en una realdad, sino en aspiraciones futuras. El otro camino es encontrar rechazo en lo que yo llamo Jerarquías de Valores Alternativos. Estas consisten en sistemas de logros en los que se pueden anclar la autoestima y el estatus que son alternativas de la escalera socioeconómica. En términos simples: son todo lo que le quede a la fórmula: “no soy rico, pero al menos tengo/soy X”. Ejemplos de X son ‘ser buena madre’, ‘ser un humilde católico’ o ‘no ser marica’. Las personas invierten gran parte de su tiempo y energía persiguiendo reconocimiento en dicho sistema de alternativas, el cual les es negado en el mercado laboral. El valor de ser capaces de tener, ser o lograr X no puede ser subestimado al mantener la cordura y dignidad en una sociedad desigual y clasista como México.
Llegando por fin a mi punto principal: la política de género puede ser fácilmente expuesta como un ataque a varias de las jerarquías de valores alternativos, regresando a la gente otra vez a la posición depresiva de perdedores en la escalera socioeconómica. Considere los siguientes ejemplos de valores alternativos que tienen mucho que perder al confrontarse con movimientos culturales como el feminismo, el orgullo gay y el movimiento transgénero:
- Mantener a una familia y tener una posición estable en la jerarquía familiar.
- Ser una madre dedicada y de tiempo completo.
- La tenacidad como una característica masculina, generalmente utilizada por gran parte de la clase obrera.
- Ser un devoto seguidor de dios, ante quien todos somos iguales a pesar de la riqueza.
Al atacar dichas formas tradicionales de la construcción de identidad, la política posmoderna juega también en la agenda neoliberal e individualista. Si el hecho de ser un hombre o mujer ‘real’ se vuelve insignificante, entonces nos vemos reducidos a nuestros logros productivos o consumistas. De esta forma, la búsqueda de una diversidad de identidades corre el riesgo de reducirse a una diversidad de méritos.
Aunque esto puede ser experimentado por gente de todas las capas de la sociedad, desafortunadamente se combina con el símbolo constante de violencia que los no privilegiados deben soportar. La sociedad constantemente se pregunta su mérito como padres, parejas, empleados, ciudadanos y poseedores de conocimiento. Asimismo, ser bonita en un mundo donde el sexo opuesto puede ganar concursos de belleza no afecta a los ricos de la misma manera. Como Karl Marx[2] lo recalcó:
“Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer más bella. Luego no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilado por el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego no soy tullido; soy un hombre malo y sin honor, sin conciencia y sin ingenio, pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además, la molestia de ser deshonesto, luego se presume que soy honesto.”
Aquellos que están arriba de la jerarquía económica sufren menos de la confusión de identidad y son capaces de vivir sus fantasías dominantes a pesar de lo que piensen los feministas. Como es típico de las élites, defienden a toda costa cualquier privilegio que tengan y generalmente, terminan siendo conservadores.
Existen buenas razones para ser críticos en el análisis anterior. Primero, muchas jerarquías de valores alternativos son jerarquías que van a costa de otros, frecuentemente presentadas en el ego masculino siendo redimidos al costo de la dominación sobre la mujer. Siguiendo la cultura popular, se podría argumentar que esta reducción de logros y producciones ofrece la liberación de otras jerarquías, al menos para aquellos que son exitosos, privilegiados y que no les importan los demás. Después de todos estos cambios, se comprueba que la realidad (por ejemplo México o Estados Unidos) de que la derecha económica se alía con la derecha conservativa, y que la izquierda necesita lidiar con su política familiar interna. Segundo, se puede argumentar que muchas de estas jerarquías alternativas (religión, roles de género) fueron primeramente creados por conservadores, precisamente para distraer y pacificar a la gente sobre su circunstancia socioeconómica. El camino paralelo de la identidad política es obvio. Pero, precisamente por esta razón debemos ser sensibles a ella y mantener una alianza amplia y progresiva para no perder los votos tradicionales hacia la derecha, quien cuenta desesperadamente con ese sentimiento para cubrir su agenda antisocial.
Se
podría desaprobar mi análisis inusual. Aun así, yo creo firmemente que la falla
en alcanzar estatus en una sociedad desigual y explotadora está en la raíz del
machismo y otras actitudes conservadoras. Para lidiar con ello se requiere un
liderazgo extraordinario, respeto y paciencia constituyente hacia aquellos
líderes que tratan de equilibrar su alianza progresiva. Quiero añadir dos notas
constructivas. Una es la idea de que si mi análisis es correcto, reducir la
desigualdad socioeconómica abre un camino más sustentable para encontrar el
soporte para la equidad de género y la diversidad de identidades. Esto es, y
siempre ha sido, especialmente para el feminismo real. Dos, en vez de atacar el
mero concepto de género o de cualquier identidad, podríamos buscar redefinir lo
que ellos quieren decir, de una manera que no implique dominio sobre estos.
Utilizaré el siguiente ejemplo de ser un hombre o mujer ‘real’. Personalmente
creo que hay valor en los conceptos de hombría y femineidad como logros
culturales, especialmente cuando se contrastan con aquellos de la infancia. Ser
un hombre en lugar de un niño debería de significar algo, no solo al costo del
otro sexo. Dejando la definición de femineidad a las mujeres, me gustaría
enseñarle a mi hijo que ‘ser un hombre real’ significa ser honesto y confiable,
defender a su familia, no dejarse llevar por impulsos, etc. Y, por supuesto,
tener las pelotas para defender esto.
[1] En Europa dicha alianza es todavía más peculiar, debido a que los inmigrantes y especialmente los musulmanes encuentran un aliado en los partidos sociales en contra del enemigo de derecha. Su relación con los feministas y el movimiento LGBTQ siempre ha sido objeto del cuidadoso balance político.
[2] Marx, Economic and Philosophic Manuscripts of 1844