En este ensayo exploraré la importante idea de la deuda social histórica hacia los pobres y reflejaré sus implicaciones políticas en el mundo post-Covid. Solo recuerda que ‘’ ¡Los obreros movemos a México!’’
El amplio concepto de una deuda histórica es comúnmente empleado en relación a los sobrevivientes de minorías perseguidas, esclavizadas u oprimidas hacia las cuales el mundo o una nación en particular les ‘’debe’’ algo en términos de justicia histórica. Piensa en las reparaciones o las comisiones de la verdad para los judíos en Alemania, la población negra de Estados Unidos o Sudáfrica, etc. Sin embargo, el concepto de una deuda social (dívida social en portugués) viene de Brasil, donde jugó un papel importante en el proceso de democratización y política social en la agenda post-dictatorial de Brasil. Esta gira en torno a la noción de que la política ha fallado históricamente en poner atención a los pobres y a la mayoría explotada, manteniendo una alta inequidad entre su progreso económico relativo. Este poderoso concepto se presenta en la historia de todos los países, pero es especialmente interesante para México, el cual aún mantiene muy definidas y claras las barreras sociales. En mi propio giro Marxista del tema, voy a conceptualizar la deuda social histórica hacia los pobres en dos partes: 1) la deuda hacia la clase obrera por construir físicamente la nación bajo condiciones de explotación y 2) la deuda hacia los pobres en general por ser ignorados por políticos hasta hace apenas muy poco. Después de exponer dicho marco histórico, veré la relevancia de este concepto en los debates políticos actuales, así como también en las discusiones globales más amplias acerca de la robotización y la reconstrucción post-Covid.
La deuda económica hacia los pobres se presenta desde los tiempos coloniales. Aparte del simple acto de arrebatar y explotar las tierras, los colonizadores instituyeron sistemas de esclavitud (por ejemplo en las minas de plata) para generar riquezas para el imperio. La economía semi feudal y la distribución de la tierra incrementó el privilegio original y la posición dominante de las familias españolas. A juzgar por la palidez de todos mis vecinos de San Pedro, muchos todavía creen esto, así como que la piel más oscura se relaciona con la posición económica. Después de la Independencia, la clase obrera mexicana comenzó su histórica labor de construir la nación, usualmente bajo condiciones fuertes de explotación. Esta construcción debe ser entendida en su sentido más literal. Cuando decimos por ejemplo que personas como Porfirio Díaz (o cualquier otro líder antes o después de la Revolución) ‘’construyó’’ esto o aquello, debemos de tener en cuenta que estamos hablando de hombres que, como mi abuelo acerero decía ‘’no han agarrado una pala en su vida’’. En nuestro hablar diario, sería más acertad decir que él ‘’encargó a los trabajadores’’ construir esto o aquello. Los mexicanos construyeron el país.
Durante los tiempos capitalistas, la clase obrera siguió con su tarea histórica de construir cada carretera, cada canal y cada casa (incluyendo la tuya). Es importante pensar en el hecho de que ellos construyeron todo bajo una ‘’condición de intercambio desigual’’, o como Marx lo define: explotación. En palabras más simples, los obreros realizan cierta cantidad de labor (generan valor agregado) en el trabajo, pero solo les pagan una fracción del valor total del trabajo realizado. Esto es porque típicamente ellos trabajan más de lo que toma el producir el valor monetario de su salario. Tiene sentido, ¿verdad?: te contratan para que hagas más dinero para tu jefe que lo que tú cuestas. Pero si sumas el resultado de este mecanismo a lo largo de los años, décadas y generaciones, se produce un patrón estable de desigualdad. Al final, con todo el trabajo que hiciste para ganar dinero, estás automáticamente enriqueciendo a alguien arriba de ti. En términos de la deuda social, esto significa que prácticamente cada familia rica (no estable, ni adinerada) con posibles excepciones de algunos artistas o atletas, generaron su riqueza de las contribuciones de miles y miles de trabajadores. Aquí tienes un ejercicio matemático no ficticio para hacerte reflexionar: la hija de un magnate de la construcción tiene un ingreso de 200,000 pesos al mes, ¿cuántos trabajadores con el salario mínimo del 2018 (+-2,500) con un ingreso neto de 8,500 pesos, pasaron su vida para generar eso? Auch.
La deuda social hacia los pobres tomó un nuevo significado durante la era neoliberal, empezando con Carlos Salinas, el padre de la híper desigualdad. En lugar de considerar la pobreza como una deuda social a pagar, se convirtió en un activo para una nación que alertaba a todo el mundo por su salario mínimo. Es bien sabido que durante este periodo, la productividad aumentó mientras que el ingreso se estancó e incluso disminuyó. La gente humilde trabajaba más duro que antes (los mexicanos son los que más horas anuales trabajan en el mundo industrializado) generando más riqueza para nuestra nación miembro del G20, mientras recibían menos frutos de los que ellos mismos sembraron. Se pueden sumar a esta explotación las decenas de millones de personas que fueron engañadas con seguridad social y derechos laborales a través de contratos inexistentes. La deuda nacional fluctuó durante esta época, pero la deuda social creció rápidamente.
Pero hay más en esta deuda histórica que la simple explotación. La gente pobre, trabaje o no, ha sido apartada por los políticos desde la Revolución Mexicana. En los inicios del gobierno del PRI, podíamos observar un patrón de un paso hacia adelante y un paso hacia atrás. Los presidentes ilustrados como Cárdenas hicieron intentos significativos al reducir la deuda social, por ejemplo, por medio de su reparto agrario, pero México aún se desarrollaba para ser una nación híper desigual. Esto es verdad tanto en términos de clases sociales, como en términos de la marginalización total y bajo protección de ciertos grupos y regiones.
La era neoliberal le echó más sal a la herida, al quitar varios servicios y derechos sociales (pensiones, por ejemplo). Aunque hubo progreso en algunas áreas, la política social en los últimos treinta años ha caído a ser una simulación en lugar de generar compensaciones reales para una mayoría marginal. Muchos de los programas implementados por los presidentes de derecha fueron programas temporales, programas de auto ayuda (‘’te doy los materiales, tu construye la carretera’’) o programas que apenas ayudaban a las personas para sobrevivir, en lugar de ajustar alguna de sus injusticias estructurales. No es sorpresa que la pobreza y la desigualdad se expandieron durante gran parte de este periodo. Para empeorar el asunto, la ideología clasista se lavó las manos al estigmatizar a los pobres y a la clase obrera en general, así como a muchos subgrupos en particular (indígenas, por ejemplo). Hemos avergonzado generaciones enteras al pedir justicia y derechos que fueron prometidos a ellos durante la construcción.
Para entender completamente lo desmerecida que ha sido la población rica de este país, debemos voltear a ver la política social en comparación con otras economías desarrolladas. Una comparativa con los miembros de la OCDE muestra que bajo las administraciones de Calderón y EPN, México fue el país con el menor gasto social (y lo ha sido desde 1997, cuando Corea nos superó). México fue el segundo país que menos gastó en pensiones; el tercer país que menos gasto en beneficios familiares el que menos gastó en desempleo; menor gasto en beneficios sociales para los hogares; el que menos (cero) gastó en el mercado laboral activo, etc. Mucho ha cambiado en los últimos dos años, pero el interés en la deuda es considerable si la meta es una sociedad en la que todos puedan participar por igual.
La noción de una deuda histórica hacia los pobres es elemental cuando nos fijamos en los retos globales que vienen, no solo en México. Tanto la robotización, como el post-Covid reestructurando la economía pueden significar una disminución en el poder de la clase obrera. He escrito en varias ocasiones acerca del problema de la robotización, lo que hace a los trabajadores más reemplazables. En este ensayo, el punto es que mientras nuestras ciudades han sido construidas por trabajadores, este puede no ser el caso en el futuro. En tal escenario, donde la clase obrera pierda considerablemente el poder, es importante recordar la gran deuda. Incluso si la clase trabajadora sea reemplazada, son los obreros quienes nos han traído a este punto de desarrollo y que han extraído los recursos para construir la tecnología. Apalancar esta deuda social por medio de la democracia, implica proteger a la población de consecuencias de estos cambios. Hay que salirse de este camino peligroso de progreso o reconocer a aquellos que físicamente nos han traído hasta aquí, en lugar de tirar a la mitad de la población después de haber sido ‘’utilizada’’ como una lata de refresco.
El mundo post-Covid representa un reto similar, con la lucha de clases y la lucha ideológica que reflejan cómo el mundo se verá será decisivo para las próximas décadas. Si nosotros por un momento cambiamos nuestra atención hacia los Estados Unidos, podemos ver que la pandemia fue devastadora para el desempleo: todo aquel que podía ser replicable, fue despedido y los pequeños negocios fueron destruidos por los gigantes del e-commerce. Como Marx ya sabía en el siglo XIX, la posición de poder de la clase obrera se debilita cuando el desempleo crece. Mientras Jeff Bezos se enriquece rápidamente, el gobierno y la clase obrera saldrán de esta pandemia vulnerables y en banca rota. Tenemos que entender que no hay regresión a la normalidad o a cualquier plan previo – esperar otra cosa sería estarse declarando culpable a la ignorancia política. Las opciones entre las malas opciones tendrán que ser tomadas con base en quien recibe ayuda (y que deben en cambio de la ayuda), quien debe soportar la carga y en qué dirección iremos más allá de la ‘’política normal’’ para enfrentarse a esta nueva realidad. Muchas causas y grupos van a perder. Es en esta discusión sobre lo merecido donde la noción de la deuda histórica debe sobresalir. Muchas crisis pasadas y reestructuraciones han sido pagadas en la espalda de los pobres, y esta vez debe ser diferente. Una vez más, solo a través de la democracia se puede saldar esta deuda. Si no, nos dirigiremos a una distopía o más… formas de política.
Terminemos el texto con una nota constructiva de controversia. El 30 de mayo del 2020, durante una insignificante protesta anti gobierno de algunas cientas de personas en carros, un hecho notable sucedió. Encima de los eslóganes de ‘’fuera el comunismo’’, un pasajero de autobús se asomó por la ventana y gritó enojado: ‘’¡los obreros movemos a México! ¡Pinches ridículos! Esta escena viral causó un gran disturbio, mientras millones de conservadores desencadenaron el miedo (¡pero qué hay sobre los emprendedores!), y fueron silenciados. Esta cruda expresión de conciencia expuso el conflicto de clases detrás de la protesta simulada y su absurda petición de renuncia.
Tenemos que enfrentar la realidad de este eslogan. Por setenta años, México ha sido gobernado por gente que trataba a su pueblo con desprecio y lo ignoraba. La democracia no es solo sobre tomar decisiones, es primeramente un mecanismo de representación y redistribución del poder. Lo que hizo que la deuda social en México fuera más grande que en otros países es el hecho de que la mayoría pobre falló en encontrar una manera de movilizarse y sus intentos fueron aplacados por participación política (dictadura, elecciones unipartidistas, elecciones corruptas, partidos políticos falsos, etc.). Hoy al menos parece ser que encontraron un líder que al menos está dispuesto a pagar una parte de esta deuda, que da preferencia a los pobres; que prefiere invertir en el sur, etc. Un líder que no fue asesinado. Y ahora, ¿algunos han tenido las agallas de quejarse de que el gobierno no hace nada por aquellos de arriba? Es verdad, no lo hace. Todos nosotros podemos formular nuestra opinión sobre esta transformación y sus probabilidades de éxito, pero también podemos, al menos tratar de entender y ser pacientes para ver cómo resulta esto. Los obreros han sido pacientes por siglos.
Traducido por María Muñoz