Mientras algunos liberales quieren presentarlo como un error, el ascenso y la caída de Trump fue uno de los eventos más significativos de la década pasada. En este ensayo reflexionaré acerca de su liderazgo y legado, y ultimadamente defenderé una postura un tanto ortodoxa de que el mundo está mejor sin él al mando.
Para bien o para mal tenemos una tendencia en querer ver el lado bueno de las personas que aparentan ser malas (por ejemplo a The Joker-el Guasón), como también queremos encontrar fallas a aquellos que parecen actuar de buena fe. Durante el 2019 e inicios del 2020 muchas personas alrededor del mundo comenzaron a mirar a Trump con otros ojos. El desorden inicial del caos de sus primeros años se estabilizó – Ya sea porque se volvió menos caótico o porque nos acostumbramos a ello– y no terminó siendo un espía ruso. Esto último le permitió colocarse nuevamente el traje de héroe y representar magistralmente a la oposición y al gobierno al mismo tiempo.
Entre ellos se encuentran varios jóvenes en la izquierda mexicana (y derecha) que no supieron a quién apoyar una vez que Biden derrotó a la “esperanza mundial” alias Bernie Sanders. Utilizando la lógica del enemigo de mi enemigo, ya que tenían buenas razones para hacerlo. Después de todo, 2019/2020 Trump tenía ciertas cualidades redimibles. Primero que nada, terminó mostrando mucho más respeto hacia México del que fue anticipado (originalmente). Sin dejarse impresionar por el apuesto Peña Nieto, Trump y sus representantes (incluyendo al mejor embajador que tuvimos por décadas) fueron sorpresivamente respetuosos con nuestro gobierno y presidente progresista. Aunque bruscamente buscó su propio beneficio, Trump nunca se lo tomó personal. Durante la visita de Estado de México, Trump alabó abierta y repetidamente a los mexicoamericanos, dando un giro de 180º a su campaña inicial.
Pero va más allá de eso. Desde una perspectiva internacional, Trump no fue el peor presidente republicano del siglo. Mientras que Bush destruyó el Medio Oriente y consecuentemente desestabilizó Europa (lo que dio fin a muchos gobiernos progresistas a lo largo del continente), Trump no participó en los principales conflictos militares. Muchos de los errores que compartió con Bush son: Trump se retiró del Acuerdo de París, Bush arruinó el de Kyoto; Trump impulsó recortes de impuestos por medio de la reducción de programas sociales, como también lo hizo Bush; Trump era un payaso, pero Bush era (considerablemente) menos inteligente. Además, en términos de política comercial, el enfoque nacionalista de Trump seguido lo convertía en el presidente más “izquierdista” de los Estados Unidos en lo que va del siglo XXl, superando el neoliberalismo comercial de Obama y la política exterior de sus secretarios. Su discusión de los beneficios y costos del libre comercio, y su oposición a China, y en un menor grado a los grandes de la tecnología, fue apreciado por muchos – su servidor incluido. Todas estas reflexiones surgieron con el trasfondo aún sin revelar (y que seguirá revelándose conforme pasa el tiempo) de que Obama alcanzó relativamente poco, e incluso menos por la izquierda.
Sin embargo, en lo que resta de este ensayo, argumentaré que arrepentirse de su derrota es fundamentalmente un error. Nótese que estaré abordando la problemática desde una perspectiva extranjera, no de una americana. Respecto a las políticas internas que afectan a los estadounidenses, lo que más me preocupa como investigador en el ámbito de la pobreza suelen ser las cosas que se volverán visibles a largo plazo, tales como los cortes masivos en el desarrollo urbano y de vivienda. Tampoco me extenderé argumentando en contra de los aspectos positivos que mencioné previamente. Solo dos cosas: primero, basta con decir que esos argumentos son positivos para un presidente americano. Cosas como no empezar guerras no son precisamente grandes logros de un líder nacional promedio. Segundo, antes de evaluar su política exterior, aquellos que están en la izquierda (latina) no deben olvidar que fue la administración de Trump la que patrocinó el debacle de Guido en Venezuela, y más importante aún, el indignante golpe de estado contra el gobierno de Morales en Bolivia. Por suerte, los ciudadanos lograron superar este último caso.
Sin embargo, el verdadero problema de Trump no son sus políticas. Después de todo, al igual que Obama, no hizo mucho más. Finalmente, la importancia histórica de Trump es política: el regreso del fascismo en el continente en el siglo XXl. Bueno, Neofascismo o la “Alt-Right” (derecha alternativa) como los sensibles quieren llamarlo hoy en día. La importancia aquí no está en la ideología en el sentido de la historia del pensamiento, desde que ambas cosas, el fascismo y el neofascismo fueron introducidas en Europa. Y debo añadir, algunas veces tienen razones entendibles. El problema está en el daño cuasi-irreparable que Trump (y su seguidores brasileños) hicieron a las políticas democráticas en el mundo por medio del ataque frontal a la verdad objetiva misma.
Empecemos construyendo esta cuestión lentamente. A pesar de que es problemático para aquellos viviendo en los Estados Unidos, el asunto histórico con Trump no eran sus políticas neoliberales tales como los recortes de impuestos y los gastos sociales. Y aunque igualmente cuestionable para los residentes estadounidenses, su apoyo al racismo, sexismo y xenofobia tampoco son la base del problema. El truco del fascismo consiste en usar lo último para lo anterior: por medio de la estigmatización y el odio logró obtener el impulso político para imponer cambios que posteriormente beneficiaron a las élites capitalistas como él. Nunca le importaron los mexicanos (como su comportamiento lo demostró el año pasado), pero él sabía que serían un objetivo fácil.
El fascismo históricamente se basa en mentiras y es fundamentalmente doble cara, con un giro adicional, una de las caras (la social) es una máscara. Se harán promesas que serán atractivas para la clase trabajadora (atención médica para todos, recuperación de empleos, la construcción de un muro) y ciertas élites industriales (desregulación, recorte de impuestos, etc.), pero se solo cumplirá con lo último. La culpa del fracaso anterior siempre se puede depositar en las minorías, ya sean amenazas reales o falsas, y claro, en los socialistas y comunistas. Pero esto no siempre es posible, como todos los políticos, los fascistas también son acorralados. A diferencia de otros políticos, los fascistas no se apegaban únicamente a una mentira, o incluso a una red de mentiras, sino que atacan frontalmente la verdad objetiva. El truco está en no (solo) mentir acerca del éxito de la respuesta, sino del problema mismo.
Un ejemplo reciente es el manejo que Trump y sus seguidores le dieron al coronavirus. Si bien los E.U. se están haciendo pedazos para controlar el problema, no son los únicos con complicaciones. Sin embargo, en vez de defender la respuesta como otros líderes en apuros lo hicieron, muchos de la derecha alterna lo afrontan cuestionando la veracidad de la epidemia misma. Trump lideró el plan al sembrar confusión en la naturaleza y gravedad del virus, así como en las maneras para detenerlo. Esto incluye apoyar la idea de curas falsas y la absurda politización del uso de cubrebocas como símbolo de resistencia. Una respuesta similar fue la de Brasil, donde la política de no respuesta se tradujo más bien como la supervivencia de los más aptos. Incluso después de perder poder, el efecto dominó de esta teoría conspirativa retrasará la recuperación en todo el mundo.
Un ejemplo más antiguo, pero a la vez más claro, es su compromiso con el cambio climático. Mientras que para el 2016 el resto del mundo estaba decidido a tomar acciones para un futuro sustentable, Trump por su cuenta nos retrasó décadas. No porque haya salido del Acuerdo de París (lo que lo hace conservador, no fascista), sino por ridiculizar el cambio climático y el ambientalismo en general. Esto incluye literalmente la manera de Don Quijote de atacar los molinos de viento. No solo tomó una gran cantidad de medidas contra el medio ambiente, sino también convenció a millones de personas que no existe tal cosa como el daño ambiental. Carbón limpio, ¿recuerdan? Esto provocó el esperado contraataque de ambientalistas, científicos y personas racionales en general. La propia idea de “green” ahora se convirtió en un asunto político y una burla para muchos estadounidenses de derecha.
Un último ejemplo que no profundizaré es el cómo Trump ha convencido a más de la mitad de los republicanos que ganó las elecciones presidenciales, y que el gobierno de Biden es ilegítimo. Aunque lo último mencionado es su problema, debemos analizar la gravedad de esto.
Los fascistas no cuentan mentiras únicamente (muchas personas lo hacen), sino que intentan atacar directamente la noción de la verdad no política o de la ciencia. El entero ecosistema de las noticias falsas alrededor de él juega un papel muy importante en esto, ya que siembra confusión al grado que es válido decir “ya no sé en qué creer” y usan eso como excusa para duplicar lo que es ideológicamente conveniente. Me tomé la desagradable molestia de buscar fuentes de noticias de la derecha alternativa (no memes, sino publicaciones reales) y honestamente puedo decir que nunca he visto peor periodismo de ninguna otra agrupación política. Las consecuencias de todo esto es que aquellos que se vieron arrastrados por esta retórica están perdidos irreversiblemente – a menos que ellos mismos se alejen de los propios políticos fascistas. Esto pasa porque Trump ataca a la ciencia en sí (o la credibilidad de cualquier grupo que amenaza), llegando así a destruir cualquier base para refutar las falsas creencias, ya que la evidencia como tal es considerada falsa o una mera opinión en la que uno puede simplemente no estar de acuerdo. Dado que los E.U. se encuentran en el centro de la atención mediática global, los tentáculos de estas mentiras completamente imprudentes llegan lejos y causarán daños en las décadas por venir.
Lo que hace tan trágico el paso de Trump en la esfera política es su vacío total. La razón detrás de sus mentiras de campaña se remontan ya sea en su ego, o en su corta protección a ciertas élites económicas. Aunque puede que en la mente de sus seguidores exista un plan utópico mayor para retomar su fuerza nacional, muchas de las posturas contra Trump y sus subjefes de la derecha alternativa son tomadas por razones oportunistas. Las tensiones raciales, el cambio climático, el manejo de la pandemia y la pérdida de la fe en la democracia son solamente daños colaterales. Aunque señala los errores con los que el liberalismo nació, la tragedia histórica del fascismo está agotando la confianza de la clase trabajadora.
Para concluir, aunque su paso en el escenario mundial fue interesante y despertó la discusión de cuestiones necesarias (el rol de China en la economía mundial, por ejemplo), Trump no será extrañado. Lamentablemente no nos dará la oportunidad de extrañarlo, ya que su salida solo pondrá en marcha su próxima campaña caótica. Bajarlo del caballo blanco es una victoria temporal: solamente le quitamos su micrófono más grande.
Traducido por Laura Yazmin Medina