Mientras la mayoría de las adicciones enajenan al usuario de la realidad, la pornografía sobresale por confundir al usuario para creer que la realidad debería cambiar para concordar con el viaje. Esto le da a la cultura del porno, propiedades ideológicas únicas, permitiendo reflejar no solo los deseos ocultos de las sociedades, sino también el moldear aspiraciones e imaginarios.
La pornografía forma una paradoja social interesante. Es al mismo tiempo uno de los productos culturales más consumidos (en especial en tiempos de cuarentena), pero también es un gran tabú para discutir en público. Esta propiedad oculta pero siempre presente del porno lo vuelve un excelente sujeto de crítica ideológica. Una pequeña nota antes de comenzar: Estoy hablando de pornografía promedio y convencional desde una perspectiva masculina, y su sutil reflexión en la cultura. Con el hecho de que abastece incluso los más oscuros gustos, habrá algunas excepciones a todo lo que exprese, pero eso no cambia todo el panorama ideológico.
Déjenme comenzar diciendo que no criticaré el porno desde una perspectiva conservadora y/o súper progresista, ángulo que se enfurece en contra de la sexualización de la mujer (y del hombre) y la manera en que les muestran como objetos de lujuria. Mi punto se relacionará a la inequidad. El problema principal con la sexualización de la mujer de rutina es que sucede fuera de contexto, por ejemplo, para vender agua embotellada, restaurantes de carne o ropa de segunda mano. En un contexto que es directamente acerca del sexo como tal, como comerciales para condones o material erótico, retratar hombres y mujeres como sensuales es lógico y esperado.
De igual manera, es engañoso, porque el porno no vende sexo realmente. ¿Huh? Sí, primero explicaré por qué no lo hace y después explicaré lo que sí vende. Para comenzar: lo que ves en el porno convencional es una codificada y cultivada forma de gimnasia en lugar de sexo real. Para decirlo suavemente: se relaciona al sexo real tanto como el tai chi o la lucha profesional se relaciona a pelear – las mecánicas son vagamente similares. Esto convierte al enorme consumo de este arte de performance, en problemático, siendo que generaciones enteras crecen aprendiendo “cómo funcionan las cosas” tan bien como es esperado de manuales en internet en lugar de experimentación o educación sexual. Por supuesto, en esa perspectiva no estábamos mejor con las películas con clichés románticos y el sexo de las sitcoms, con sus poses (ella arriba o bajo las sabanas – ¡No puedes dejar de verlo ahora!) y ningún atisbo de limpieza. Pero en contraste a la previa, puede venir con expectativas físicas no realistas (y anuncios concordantes para lucrar con ellos). Estos, por una vez caen más fuertemente en los hombres, desde –y esto es positivo- el cuerpo promedio de una actriz porno luce más alcanzable que aquellos cuerpos insanos en las modelos. Pero eso es, queridas chicas, porque el porno no vende principalmente físico, sino comportamiento.
El porno no es acerca de los cuerpos, es acerca de la dominación. No sé según las mujeres, pero los hombres heterosexuales y sanos no necesitan mucho más que la imagen de mujeres atractivas para obtener excitación. Si están parcialmente desnudas, como en las revistas del siglo 20, aún mejor. Pero el porno moderno no sólo vende el físico femenino, vende la subyugación y obediencia. Todo está en la mirada, hijo. Esto es en términos de libreto, como la humillación húmeda obligada al final (tal peculiaridad), pero usualmente también en términos de contenido como sostienen las tendencias, de bondage, o violación y otras extrañas categorías.
Incluso la mayoría de (pero no todas) las narrativas promedio del porno que encontrarías en los videos más vistos en sitios como Pornhub incluyen hombres doblegando mujeres (u otros hombres) a su voluntad con relaciones de poder desiguales. Existen varias excepciones, pero son normalmente de naturaleza económica: el arrendador y la inquilina, el jefe con la secretaría, la prostituta en quiebra, el sillón del casting, etc. Incluso si la historia detrás no lo sugiere, la apariencia del fondo sí: el porno utiliza locaciones que son normalmente lugares de clase media-alta o apariencia “rica”. Con algunas excepciones profesionales, como el famoso plomero o el doctor de Denisse Dresser, la subordinación económica de la chica sexy o del actor-remplaza-egos está implicado. Al mínimo atisbo, incluso en la ausencia de cualquier contexto o implicación narrativa, aún puedes asumir que en realidad le pagaron para hacerlo.
El mensaje ideológico del porno convencional es crear aspiraciones: si quieres esto (tríos y lo demás), necesitas hacer mucho dinero. Como Homero Simpson dijo famosamente: “En América, primero obtienes el azúcar, luego obtienes el poder y después obtienes a las mujeres”. Esto funciona en ambas formas, como lo expliqué en un ensayo anterior, la sociedad capitalista genera la inequidad pública la cual crea un deseo por aprobación machista y dominación privada. Incluso fuera de los populares- pero-obscuros rincones del internet, se le recuerda constantemente a la sociedad de la narrativa “el dinero consigue a las perras”. Usé la palabra “perras” intencionadamente, porque es lo que enseña a desear, la versión humillada en lugar de las mujeres reales. Fuera de la presencia implícita de este mensaje, existe una buena proporción de publicidad (los casinos son un ejemplo fácil), del rapero promedio o un video de rock de hace algunas décadas que muy alegremente repetirá esta narrativa. Como lo hacen demasiados reality shows de solteros. Como un fan del hip-hop, aún estoy impresionado de cómo lograron pasar sin consecuencias en tiempos modernos. La respuesta debe ser que es aceptable ideológicamente.
Mientras hay muchas formas de dominación (masculina), en nuestra cultura política, el dinero se está volviendo, cada vez más, la única aceptada. En contraste con la icónica fantasía del plomero, esta encuentra abundante validez en la realidad, pues el dinero sí atrae cierto tipo de hombres y mujeres. Esto hace válida la promesa del porno que la subordinación no es solo alcanzable pero permisible para los ricos. De esta forma, en la sociedad de hoy, avergonzamos a las “mujerzuelas” mucho y a las “perras” muy poco. Yo entiendo el insulto “mujerzuela” para referirse a la mujer con muchas parejas, mientras las “perras” son la minoría de mujeres (y hombres) que intencionalmente utilizan sexo para avanzar en el status social al relacionarse con ricos (no debe confundirse con la profesión explotadora de la prostitución). El primero depende en constructos anticuados como la virginidad y las expectativas sexuales inequitativas dirigidas a chicos y chicas; mientras no hay nada progresista acerca de la segunda. Las mujeres (y hombres) que persiguen el dinero traicionan a su clase y su género a través de validar las relaciones de poder económico y dándole a los ricos lo que les fue prometidos.
Recuerdo en mi infancia el calendario con la chica semidesnuda encima de la banca de mi tío al trabajar, siendo parte de la cultura del trabajador. El libreto porno, es, una parte fundamental de la ideología neoliberal. Mientras lo políticamente correcto crece en la superficie, los deseos reprimidos son nutridos detrás de puertas cerradas. Aparte de ser una fuente de ganancias por sí mismo, este asalto a nuestros imaginarios sexuales tiene dos importantes funciones capitalistas: a) Nos condiciona a aceptar (y desear) inequidad, incluso en nuestra vida privada; b) Incrementa la avaricia, la competencia y –así- la explotación económica. Seamos honestos: una de las razones por las que los hombres quieren dinero y cosas caras en lo absoluto es para atraer a ciertas mujeres, de las cuales la cultura les habla (y viceversa). Mientras en círculos conservadores algunos hombres no obtienen/aprenden promesas pornográficas, muchos de hechos, si no es que todos, engañan por defecto/cotidianamente de todas formas. ¿Qué? ¿Pensaron que no los había descubierto aún, conservadores? Tanto la cultura del porno y las “perras” de todo tipo son un engrane de la maquina capitalista. Mientras ambos han existido por mucho más tiempo, no es coincidencia que desde comienzos de la era neoliberal haya crecido.
Como dicho en la introducción, no soy un conservador que busca prohibir los productos culturales de naturaleza sexual. Pero debemos atraer lecciones de la naturaleza ideológica de la cultura porno. Debemos reconocer que aquellos que consumen porno regularmente están siendo manipulados en un nivel biológico. Mientras que la promesa superficial pueda ser encajar en tu imaginación o tus sueños, en realidad los está formando. Para la mayoría de los hombres, nos recordará que somos perdedores (económicamente) que se pierden de las “buenas cosas”; para los Mirreyes, les enseña a abusar de los dependientes (y un posible gusto en parejas arruina-vidas). También podría hacerte menos potente, por cierto –Hola, industria médico-sexual/de medicina sexual. Las feministas deberían considerar que señalar la realidad de la explotación detrás de este sector es una línea limitada de ataque, porque los usuarios están condicionados a ver explotación como parte céntrica de la atracción y la excitación. Podría funcionar con la prostitución, la cual es más física-afectiva, no ideológica y narrativa. En todo caso, vuelve al porno más realista.
¿Cuál es la solución final? No tengo la mayoría de las respuestas, pero la educación sexual y un debate más abierto de lo que yace ideológicamente debajo de la superficie, puede sacar la verdad a relucir.
Traducido por Magnolia Zamudio Domínguez