22. Sobre el Cristianismo descafeinado

El lento deterioro de los valores cristianos es evidente y doloroso de ver, incluso desde el exterior. En este ensayo planteo que la praxis del catolicismo en particular se fue desvirtuando paulatinamente para mantenerse en concordancia con la ideología predominante y las relaciones de poder económico de la sociedad.

La famosa frase “Dios ha muerto” es una de las muchas frases inútiles por las que Nietszche es célebre. No sólo la inmensa mayoría del mundo sigue siendo religiosa, sino que, como he señalado antes, muchos de los que afirman haber perdido el contacto con su iglesia siguen teniendo creencias metafísicas del mismo alcance, como el karma o los fantasmas. En el caso del cristianismo mexicano no se trata de que la religión esté muerta, sino de que se ha venido diluyendo: despojada de su elemento activo para adaptarse a ciertas sensibilidades. Los valores cristianos como la compasión, la redistribución, la humildad y el deber tuvieron que pasar a segundo plano o ser olvidados para encajar en la ideología y el estilo de vida más amplio de muchos de los que hoy llamamos “conservadores”. La decadencia del contenido del cristianismo y de la enseñanza social de la Iglesia es un problema poco discutido, incluso para aquellos – como yo – que están fuera del mismo.

Antes de explicar esto con más detenimiento, debido a la naturaleza de este tema, necesito hacer dos aclaraciones. Primeramente, este ensayo no es un ataque al catolicismo. Mi afirmación es que la cultura se está alejando (lamentablemente) de relacionar la religión con las obligaciones éticas de la enseñanza social de Cristo. En segundo lugar, estoy escribiendo sobre una tendencia de la que afirmo ser testigo, en lugar de un estado de la materia generalizado. No sólo hay grandes excepciones a mi argumento, sino que mis afirmaciones se refieren exclusivamente a las clases media y alta. Por el contenido de este ensayo me mantendré agnóstico (¿entienden? jeje) a la idea de que la religión es el opio para el pueblo. 

Comencemos con una anécdota. Para poder bautizar a mi hijo, necesitábamos tomar unas clases en una iglesia cercana. Como vivimos en San Pedro, no me sorprendió que estuviera rodeado de personajes que salieron directamente de un anuncio de campaña de la PAN: reloj caro, pelo en la espalda, camisa a cuadros, chaleco, ya saben a quién me refiero. Para mi asombro, nadie en esta audiencia tenía ni siquiera un conocimiento rudimentario de su propia teología (¿quién bautizó a Cristo?), obligando a un sacerdote angustiado a recurrir repetidamente a mí – ¡el extranjero ateo! – para responder a sus preguntas. Aún mayor fue su dificultad para formular qué significado o valores les representaba su fe a ellos, la mayoría no ahondaba más allá de que Cristo era sobre la “paz” o algo por el estilo. La capilla estaba llena de lo que el sociólogo Max Weber llamaría la actuación tradicional: haces cosas porque se supone que debes hacerlas, pero no sabes por qué.     Hay más síntomas públicos de la decadencia del contenido del cristianismo que van más allá de la indiferencia y se dirigen hacia el desprecio abierto de las declaraciones o actos que evocan la enseñanza social de la Iglesia. El ejemplo más visible de esto es la histeria casi cómica que ocurre cada vez que el presidente (protestante) de este país católico actúa (o menciona) los valores o creencias cristianas. ¿Ayudando a las familias de los ladrones de combustible muertos con los funerales? ¡Indignación! ¿Ayudar a los inmigrantes cerca de la Navidad? ¡Despreciable! ¿Dar preferencia a los pobres en tiempos de crisis? ¡Comunismo! ¿Declarar que los criminales tienen derechos humanos? ¡Imperdonable! ¿Citando al propio Papa respecto a la idea de que ayudar a los pobres es bueno? ¡Herejía! Es un idiota en todo el sentido de la palabra.

Un idiota es alguien que no entiende el contexto simbólico de las cosas. En este caso, no entiende que mientras que tienes que estar de acuerdo en la forma con los principios de certeza, no se supone que realmente hagas estas cosas o las digas en voz alta – viejo tonto. Porque eso pondría en peligro la compatibilidad con la ideología capitalista. No hay lugar y especialmente no hay tiempo para la consistencia, los deberes morales, la compasión y las historias sobre los pobres en este valiente nuevo mundo. A continuación, explicaré un caso clásico de la teoría de la estructura-superestructura de Marx: la idea de que las instituciones culturales y sociales cambian para ajustarse a las relaciones de poder económico (estructura) de la sociedad. Desafortunadamente, el cristianismo tuvo que diluir su propio elemento activo para ser útil. En primer lugar, examinaremos lo que se extrae antes de ver lo que queda en la copa.

Por diluir, me refiero a la enseñanza social tanto de Cristo como de la iglesia. Para simplificar las cosas, es difícil hacer una lectura literal del Nuevo Testamento y no concluir que Jesucristo abogó por una mayor igualdad y distribución hacia los pobres. Tomemos como ejemplo la siguiente escena (una de muchas) de Cristo respondiendo a la pregunta de un hombre sobre cómo entrar al cielo:

“21 Jesús le dijo: ‘Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme.’ 22 Pero al oír el joven estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes. 23 Y Jesús dijo a sus discípulos: ‘En verdad os digo que es difícil que un rico entre en el reino de los cielos.’ 24 ‘Y otra vez os digo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.’” (Mateo, 19: 21-24).

Observen la triple repetición, como si Cristo previera la gimnasia mental de nivel olímpico que ha tenido lugar para salir de esta aseveración. Incluso si tú- sin ninguna buena razón – ignoras ésta y otras declaraciones radicales, una lectura superficial de las escrituras todavía te deja con la impresión de que los valores y normas “sociales” como el perdón, la condena de la avaricia y la preferencia por los pobres son temas centrales. Esto, así como el respaldo de la democracia, también se puede encontrar en la enseñanza social de la iglesia y las declaraciones del actual “si lo odias algo está mal contigo” Papa Francisco.

Lo peor para el capitalismo es que esta religión condena intrínsecamente la hipocresía y pide acciones concretas en lugar de ritualismos: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. ” (Santiago 2:17). Es evidente que esto constituye una ideología peligrosa a los ojos de las élites económicas (de ahí que mataran a Cristo), lo que también explica por qué se reprimieron violentamente los intentos de llevar estos valores a una consecuencia política lógica, como en la Teología de la Liberación. Así como las decisiones más importantes se tomaron antes de que se permitiera la democracia, para cuando los rincones más progresistas de la iglesia (jesuitas, franciscanos, etc.) llegaron a las sedes del poder, la autoridad moral de esta sede se vio erosionada por siglos de corrupción.

¿Qué nos queda entonces? Por supuesto que no puedo leer el alma de la gente, especialmente no del 99% que nunca he conocido, pero sin generalizar dos cosas podemos destacar. La primera es que el consistente sistema de valores y obligaciones morales parece haber sido reemplazado cada vez más por la idea de un dios personalizado. Dios – y Cristo que queda reducido a este papel, en lugar de la imagen que aparece en los evangelios – como el amigo invisible y terapeuta, al que se le piden cosas (materiales) y consuelo. Esta relación con Dios se asemeja al uso de Netflix o Youtube: se enciende y apaga a conveniencia, no sigues ninguna estructura clara pero te lo crees cuando quieres. ¡Ciertamente ignorando esas molestas obligaciones morales y lecturas de los anuncios! Con una ética coherente fuera, ser una buena persona se reduce a ser amigable: una niña bien. Liberado de la consistencia o de la necesidad de aceptar cualquier deber moral que no encaje ya con su ideología y estilo de vida; este cristianismo postmoderno es ahora compatible con una cultura clasista de codicia y consumismo.     

La segunda cosa que se le concedió a la religión es la defensa de relaciones de poder conservadoras. Mientras que la politización de la fe por la izquierda es estigmatizada y reprimida, en la mayoría de los países los “valores cristianos” se traducen políticamente en apoyo a la derecha. Siendo extremadamente selectivos y a veces incluso contrariando la doctrina de la iglesia, los conservadores usarán la religión para defender las viejas concepciones de las relaciones hombre-mujer, de género y de clase. Y al hacerlo, por supuesto que se aliarán con partidos fuertemente pro capitalistas.

Aunque le es funcional a la clase dominante, este estado de decadencia religiosa es lamentable para muchos otros grupos. Uno de ellos son exactamente esos piadosos verdaderos conservadores que tratan de convencer a la gente de ciertas posturas morales con respecto a la familia (planificación), la sexualidad, etc. La flagrante inconsistencia de su “bando” hace que sea realmente difícil convencer a los jóvenes de que le den una oportunidad a sus argumentos, por muy sólidos que sean desde el punto de vista ético. Mientras estas posturas se asocien con la hipocresía, la corrupción, los narcocandidatos y el clasismo, están muertos.

    Pero la sociedad en general también sufre, en particular los grupos más vulnerables. Es innegable que los grupos religiosos jugaron y juegan un papel importante en mantener a flote a algunas áreas de la sociedad. Aquí no me refiero a los trucos de Instagram como ir “a una misión” una vez, sino a aquellos cristianos que ayudan a aquellos que nadie quiere ayudar ya que la filosofía de sus salvadores los coloca directamente fuera de los prejuicios y juicios comunes. Por ejemplo, a pesar de las considerables mejoras en la política oficial de migración, los refugios relacionados con la Iglesia siguen siendo los que más trabajo hacen para asegurar la supervivencia de los migrantes trasnacionales.

   Por último, la izquierda política (socio-económica) corre el riesgo de perder lentamente un poderoso aliado si el contenido del catolicismo sigue decayendo y todo el mundo se convierte en protestantes cerrados. La única razón por la que me interesa la religión posmoderna es el fracaso total del ateísmo posmoderno para formular una alternativa significativa. Desde el existencialismo de Sartre en Occidente y la caída del comunismo en Oriente, el ateísmo contemporáneo (¡en particular los estadounidenses!) lucharon por ir más allá del nihilismo y perdieron el tiempo odiando las creencias de los demás. Mi “bando” no añade nada útil para las aglomeraciones que sufren en este mundo que no pueda estar basado en valores socialistas. En una hipotética Copa Mundial de ideologías, como capitán del equipo socialista, con gusto cambiaría estos éxitos nihilistas por un buen cristiano como Cornel West. O, Insha’Allah, mi compa Francisco.

Aunque me gusta terminar mis ensayos con una crítica constructiva, cambiar esta tendencia no es una tarea fácil. Como saben los sabios progresistas, la religión es un campo de batalla como cualquier otro. Los conservadores lo entendieron hace siglos, y han moldeado subsecuencialmente la fe en su forma abiertamente inconsistente, amigable con el consumidor y que apoya la desigualdad. A la izquierda parece que no le llegó el memo. Puede intentar formar nuevas alianzas y esperar una reanimación de la filosofía social de las escrituras, o comenzar el pesado trabajo de desarrollar un humanismo político no aniquilador que pueda sustituirlo.

Traducido por Manuel Marínez