Este ensayo discutirá la informalidad en el mercado laboral en el “caso extremo” de los trabajadores domésticos. Tomando un ángulo más sociológico, discutimos como la disponibilidad de mujeres trabajadoras domésticas de bajo costo se ha convertido en una parte funcional para el estilo de vida de la clase media y alta.
Los trabajadores domésticos son un extremo caso de informalidad, de los cuales el 99% (INEGI) son contratados sin un contrato escrito. Después un introducción y de analizar el problema, se le dará atención al contexto político e iniciativas gubernamentales recientes que eliminaron las principales barreras para mejorar esta situación. Sin embargo, dada la funcionalidad y la normalidad del trabajo informal en este sector, las leyes son sólo una parte de la solución, ya que el problema persiste debido a razones culturales y sociales. En la parte final varios caminos concretos dirigidos a conseguir un cambio son discutidos, antes de establecer las conclusiones generales.
I. La normalidad del trabajo informal
La división entre trabajo informal y formal es una faceta extremadamente común de la desigualdad social en Latinoamérica, incluyendo a México. De acuerdo con el INEGI, en diciembre de 2021 al menos el 56.5% de la fuerza laboral (32,165,765 personas) trabajaban informalmente, un ligero aumento desde el año anterior. Si interpretamos el trabajo informal de una manera más amplia como cualquier contrato que vaya en contra del “espíritu de la ley”, la informalidad sería una parte aún más grande de nuestra economía. Incluiría prácticas casi completamente normalizadas, las cuales incluso afectan a grandes partes de la clase media, tales como la explotación de practicantes, la firma de contratos con el salario mínimo mientras se paga un salario mayor en efectivo, horas extras forzadas, contratistas independientes falsos, etc.
El hecho de que la mayoría de la fuerza laboral mexicana está registrada incorrectamente tiene serias consecuencias negativas, tanto para los individuos, como para el gobierno. Empezando por los individuos, existe la consecuencia directa de la total incertidumbre del empleo, no sólo en términos de duración sino también en términos de la falta de obligatoriedad en la remuneración después de que el trabajo ha sido realizado. Adicionalmente, en la mayoría de los casos esto viene con la falta de la proporción de seguridad social, lo cual puede llevar a problemas en el acceso a cuidado médico, pensiones, ausencias por maternidad, liquidaciones y otros ingresos de reemplazo. Consecuencias menos evidentes son dificultades en el acceso a préstamos y subsidios de vivienda. La prevalencia de la informalidad esencialmente crea un estado de bienestar de dos niveles que forma su propia estructura de desigualdad, donde el grupo más fuerte disfruta de protecciones adicionales, mientras que el grupo más débil permanece vulnerable. Adicionalmente, el trabajo informal crea problemas de fondos para la política social, ya que las contribuciones relacionadas con el trabajo no pueden ser recolectadas (completamente) y las compañías pueden distorsionar la información en sus declaraciones de impuestos para parecer de menor tamaño al que realmente son.
El trabajo doméstico es lo que uno podría llamar, un caso fuerte, ya que representa un problema social de una manera exagerada (y, por ende, clara). En un entendimiento amplio de la categoría, el trabajo doméstico incluye cualquier tipo de asistencia a la economía del hogar, tales como amas de llaves y personal de limpieza, niñeras, cocineros, jardineros, guardias de seguridad y choferes. En lo que sigue, se combinará información y datos de INEGI los años 2021 y 2022. Mientras que la tasa total de trabajo informal en México es de 56.5%, INEGI estima que el 96% de los trabajadores domésticos son trabajadores informales. En la actualización del 2022 del INEGI se estima que mientras el 96% no tienen acceso a seguridad social, el 99% no tienen contratos escritos y el 72% no tiene beneficios fuera del salario en lo absoluto. Dentro de este grupo más amplio, el 88% de los trabajadores son mujeres, las cuales constituyen el 9% de todo el empleo femenino. El contraste se hace mayor cuando excluimos a chóferes y jardineros (ocupaciones predominantemente para hombres) y nos concentramos en aquellos empleados trabajando dentro de la casa, en los cuales el 97% de las amas de llaves, y el 96% de las niñeras son mujeres. En términos de remuneración, en el inicio del 2021 los trabajadores domésticos ganaban $3,300 (tres mil trescientos pesos mexicanos) al mes en promedio, con los hombres (principalmente guardias y choferes) ganando $1,000 (mil pesos mexicanos) más en promedio que las mujeres (INEGI, 2021). Específicamente por el trabajo doméstico (como la limpieza), el promedio era de $3,200 (tres mil doscientos pesos mexicanos) al mes por mujer. Nótese que estas cifras corresponden al primer trimestre del 2021, estando por debajo de la línea de ingresos en pobreza ($3,717 al mes a abril del 2021) en contextos urbanos. En el 2022, el INEGI estima que el 58% de los trabajadores domésticos ganan menos que el salario mínimo. A pesar de que estas no son las peores formas de explotación, es seguro decir que los trabajadores domésticos sufren desproporcionadamente de condiciones de trabajo informal y están entre los grupos económicos más débiles en la sociedad.
Esta vulnerabilidad no es un accidente, sino una característica del rol que cumplen en una sociedad que parece adicta al trabajo informal. Para entender completamente el problema, no debemos de saber solamente estadísticas, sino entender el nivel de arraigamiento social que tiene el empleo de personal de limpieza de manera informal.
Tener ayuda doméstica es una parte implícita de la vida de la clase media (alta) y alta en México, especialmente en el norte del país. La asunción ideológica de la disponibilidad evidente de sirvientes domésticos (informales) es incluso visible en la arquitectura misma de estados como Nuevo León. Casi todas las viviendas de clase media y alta, incluyendo mayor parte de los apartamentos, cuentan con un pequeño espacio para el ama de llaves en la parte trasera o debajo del techo. En caso de que no puedas encontrarlo, es usualmente el que no cuenta con aire acondicionado. Esto implica que incluso los habitantes de apartamentos pequeños deberían de ser capaces de costear el tener trabajadores domésticos, y que es normal para estos trabajadores el hecho de vivir o al menos pasar grandes cantidades de tiempo en la vivienda. Además de ser un activo aspiracional de bienes raíces, la prevalencia de esta configuración puede ser parcialmente explicada en el norte por el hecho de que muchos trabajadores domésticos son mujeres pobres del sur del país, que no necesariamente cuentan con un lugar donde vivir en el estado. Aun así, mudanzas a largo plazo también sugieren una relación que es más cercana a “tener sirvientes” que a una con profesionales ofreciendo sus servicios de limpieza, lo cual es más común, por ejemplo, en contextos europeos.
El trabajo doméstico permanece desproporcionadamente informal debido a que la disponibilidad de tal trabajo informal es funcional para la sociedad moderna. La teoría sociológica del funcionalismo argumenta que una vez que las instituciones existen (como mercados laborales informales), ciertos grupos podrían tomar un interés pasivo en ellas porque tienen funciones positivas, y, si no es muy costoso, se resistirán al cambio. Nótese que el funcionamiento no causa la creación de las instituciones, sino que meramente apoya su continuación. Estos no son obstáculos insuperables, sino que son un impedimento adicional que cambiar, o formulado de una forma más positiva, factores estabilizantes.
Una forma en la que los trabajadores domésticos son funcionales es facilitando las relaciones entre géneros. La sociedad está moviéndose más y más hacia un modelo de doble ingreso para las familias, con mujeres con educación ocupando más y mejores posiciones en el mercado laboral. Aunque esta es una evolución positiva, rara vez reflexionamos el hecho de que este movimiento social en la práctica es subsidiado a través de la delegación informal de trabajos del hogar a más pobres, y menos educadas, mujeres, en su mayoría del sur. En lugar de que la sociedad se convierta en más flexible para las familias y el balance entre familia y trabajo, o que a los hombres se les permita, y estén dispuestos, a tomar un mayor rol en el hogar, estimulamos la emancipación empoderando a mujeres a costa de otros. En algunos casos, estas deben de cuidar de sus propias familias y de las familias de sus empleadores, muchas veces sin poder acceder a canales oficiales de seguridad social o la esperanza de construir una pensión.
El trabajo doméstico informal también es funcional para la desigualdad misma, en el sentido de que las familias de clase media (ellas mismas siendo usualmente un grupo explotado y sobrecargado de trabajo) puedan disfrutar del sentimiento de privilegio de tener a alguien debajo de ellos, y como una ventana segura a la clase trabajadora, una fuente de chisme y críticas de las imperfecciones de aquellos que viven al margen. Si nuestra sociedad espera que las familias de clase media puedan proveer a una persona adicional completa (quien podría tener a su propia familia), es fácil de entender porque existe una preferencia por trabajo informal (y, por ende, barato). Nótese que el costo en sí no es un obstáculo insuperable, ya que la tarea para los trabajadores puede ser más concisa y hecha en un tiempo limitado, como sucede en muchos países del occidente. y qué sólo la ayuda extendida requiere del bajo precio de $3,200 por mes.
Esto lleva al siguiente punto: la informalidad del trabajo es funcional para la naturaleza abierta y de tipo servicial del acuerdo laboral. Normalmente cuando los actores económicos contratan servicios, estos especifican cuáles serían esos servicios en el contrato, la ausencia de tal contrato permite mayor flexibilidad en lo que la gente contratada debe de hacer. Esto también le deja menos responsabilidad al empleador, que no se tiene que preocupar por salud o seguridad. Una dificultad en el caso en el que el trabajo doméstico no es permanente, esta responsabilidad es compartida con otros empleadores. En este caso el llamado comportamiento “Jinete libre” puede suceder, en el cual un empleador exterioriza la responsabilidad de registrar al trabajador en IMSS a otros empleadores.
Uno puede argumentar que mientras no haya una responsabilidad formal, los trabajadores domésticos son en muchos casos integrados a la familia y cuidados de una forma informal. Mientras esto sea o no sea cierto dependiendo del caso, debemos notar que este cuidado informal no resuelve muchos de los problemas fundamentales, así como lo es la falta de acceso a pensiones, seguro médico, préstamos o derechos laborales como los días festivos, etc. La informalidad también debilita a los trabajadores domésticos como un grupo, por ejemplo, limitando sus interacciones con el estado de la ley. Por último, el mercado laboral informal, el cual seguido trabaja a través de sistemas de referencia, puede desalentar intentos de organizarse y arriesgarse a parecer difícil por exigir derechos legales.
Una razón separada de por qué la informalidad es, históricamente, desproporcionadamente alta en este sector, es la carga administrativa (percibida). Dada la prevalencia del trabajo doméstico en México (9% del empleo en mujeres), es una asunción segura que un gran grupo de empleadores no tienen experiencia operando un negocio formal. Para muchas personas, especialmente aquellas que sólo contratan por un par de horas, registrar empleados puede ser intimidante y confuso, es simplemente mucho más fácil contratar a alguien informalmente. Como será discutido ahora, los cambios recientes en el marco legal han reducido bastante este obstáculo. Esto confirma que un análisis serio del problema también pone atención al previamente mencionado tema de la cultura y funciones de la informalidad, más que solo la inhabilidad de los empleadores de formalizar.
II. Caminos a la inclusión
Mientras que la situación de los trabajadores domésticos es un problema no muy discutido, esta ha recibido importante nivel de atención política (federal) en los años recientes. El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto dió reconocimiento explícito a la profundidad social de vida a los trabajadores domésticos publicando un estudio que señala la problemática, aunque pocas medidas estructurales le siguieron. La atención al tema fue acelerada dentro de la estructura de la llamada “Cuarta transformación” que entre otras cosas remolcó la política social en México. Desde el 2019 el gobierno federal buscó ratificar la convención 189 de la “Organización Internacional del Trabajo” en el tema de trabajo doméstico digno. El 2 de julio de 2021 el Diario Oficial de la Federación publicó la adopción de esta convención y la ambición de formalizar y dignificar este sector.
Respecto a las políticas públicas han habido dos cambios clave. El primero fue un proyecto piloto hecho por el IMSS que empezó en el 2019 y fue formalizado cerca del final del 2020, permitiendo a empleadores registrar a sus trabajadores domésticos en el IMSS sin tener un contrato de trabajo formal. En la versión actualizada, diferentes empleadores pueden contribuir a los pagos de Seguridad Social de acuerdo con el número de días que los trabajadores domésticos prestaron sus servicios, llevando a un sistema más flexible. El segundo cambio continuo es el intento del gobierno federal de formalizar y expandir esta inclusión en la seguridad social dentro de la estructura legal de la ley del seguro social. El 17 de marzo de 2022 el Senado aprobó este cambio legal, el cual formaliza y expande más allá de pasados experimentos. Esto no sólo está dirigido a darle a los trabajadores domésticos el acceso a cuidado médico, sino también en su enlistamiento automático en seguros, tales como “Seguros de riesgos de trabajo”.
Nótese que estas políticas están dirigidas para hacer legalmente obligatorio el proveer seguridad social a trabajadores domésticos y proveer una manera simple y libre de excusas para hacerlo. Sin embargo, dado que aún se asume un contexto de informalidad, están limitados de manera que: a) solo resolvieron parte del problema (aún y fuese el más urgente), b) aún dependen de que los empleadores quieran tomar la responsabilidad. Esto lleva a la conclusión de qué estos cambios legales podrían quitar del camino las principales barreras legales y administrativas, pero aún podrían ser obstaculizadas en su aplicación práctica por barreras sociales y culturales.
El problema de trabajo doméstico informal puede ser solucionado sólo en parte por estructuras legales, ya que la reducción estructural del problema requiere cambios sociales y culturales que terminen la normalización y aceptación de esta injusticia. Por supuesto, uno puede argumentar que el hacer cumplir las leyes previamente mencionadas a través de inspecciones laborales es un camino evidente. Mientras que esto es teóricamente correcto, esto es parte de una batalla mucho más grande en contra de la tasa de informalidad de más de 56% de la economía general. Si el estado falla al hacer cumplir esto por compañías, debemos de evitar las estrategias de aplicación que involucren intervención directa en las viviendas privadas de los ciudadanos. Estas políticas son más efectivas cuando cuentan con un amplio apoyo cultural y social. ¿Dónde podemos buscar el cambio?
Una respuesta directa es aumentar la conciencia a través de campañas de concientización explícitas para fomentar que los ciudadanos registren a sus trabajadores domésticos. El gobierno mexicano tiene una larga experiencia con campañas de concientización, por ejemplo, en el dominio de la salud, y podrían diseñar una campaña que combine un énfasis en la justicia y potencialmente avergonzando con información práctica. Es muy importante dirigir mensajes tanto a los empleadores como a los empleados, alentando al segundo a iniciar conversaciones respecto a seguridad social. Iniciar una investigación participativa de la experiencia de obstáculos que este grupo experimenta puede ayudar a mantener el tema vivo y avanzar las campañas en la realidad social de la audiencia.
Mientras estas campañas pueden conseguir el interés de algunas personas, los líderes políticos pueden hacer más para alentar la legalidad en el trabajo doméstico y dirigir con el ejemplo. Los gobiernos y sus dependencias en varios niveles (iniciando por el federal) pueden demandar a sus empleados a que cumplan con estas reglas para establecer un buen ejemplo como grupo. Hacer esto primero podría ayudarlos a conseguir la autoridad moral, coherencia y credibilidad para hacer demandas a la población. La participación directa de figuras y partidos políticos podría también ayudar a hacer de este tema, un problema político. Esto podría ser interesante en un estado como Nuevo León, el cual tiene una inclinación política competitiva con fuertes y visibles líderes políticos enfocados en los medios de comunicación que no pueden permitirse el hecho de quedar atrás en una carrera por autoridad moral. Más ampliamente, una coalición de los dispuestos puede hacerse con otros líderes sociales, empresarios, etc. para prometer su adherencia a estas normas y seguir poniendo el ejemplo.
Un camino diferente hacia el cambio es una inclusión más fuerte de este tema dentro del movimiento feminista, dado que la lucha de los trabajadores domésticos es principalmente una lucha de mujeres. Este movimiento ha crecido en fuerza en los últimos años y ha sido moderadamente exitoso en presionar por el cambio social y legal. Este movimiento es, sin embargo, predominantemente un movimiento de mujeres jóvenes y con educación, enfocado principalmente en problemas como el aborto y la seguridad pública. En contraste, las trabajadoras domésticas son personas de, en promedio, 44 años, y la mayoría solo ha recibido educación secundaria (44%), o hasta únicamente educación primaria (37%). Esto podría dificultar, el incluir una lucha de mujeres en su mayoría pobres, sin educación, y en mayor parte indígenas en la agenda del movimiento, especialmente en los movimientos liberales del feminismo que están enfocados en el empoderamiento individual. Como fue mencionado antes, el trabajo doméstico informal es en parte funcional para el empoderamiento de exactamente estas mujeres jóvenes con educación. Un énfasis en la interseccionalidad podría ayudar, en la cual la atención se enfoque en las exclusiones y vulnerabilidad qué las mujeres experimentan en adición al género, tales como la clase social, la raza, el estatus de migración, etc. Las trabajadoras domésticas en ocasiones terminan en situaciones vulnerables de trabajo informal en primer lugar debido a la acumulación de dificultades. Desde este punto de vista, la justicia para las mujeres se relaciona directamente con la justicia en un dominio político más general, como lo son los sueldos, la seguridad social, etc.
Otra avenida es el empoderamiento directo de las trabajadoras domésticas mismas en su capacidad profesional. Las campañas de concientización antes mencionadas en derechos laborales e investigación participativa pueden contribuir con esto, pero los esfuerzos para movilizar y apoyar la formación y afiliación a sindicatos deben de ser examinados. Un camino paralelo a explorar maneras de alentar y posiblemente subsidiar empleo formal a través de compañías de servicio donde la gente pueda solicitar servicios, por ejemplo, servicios de limpieza dentro de una estructura legal completa. Esto iría más allá de ofrecer seguridad social dentro de lo que aún serían relaciones de trabajo informales, y ayudar a desglosar el sistema de referencias personales para contratar ayuda doméstica que contribuye a la informalidad. De particular interés para el empoderamiento de trabajadores domésticos sería subsidiar y apoyar formas cooperativas de emprendimiento en este sector, donde los trabajadores domésticos mismos sean dueños de la compañía de servicio. Mientras que el lado emprendedor y administrativo pueda requerir información adicional o el apoyo de entidades aliadas, este sector se presta bien para cooperativas de trabajadores. Dado que el o la trabajadora doméstica es el servicio mismo, los costos y capital requerido son mínimos.
Se ha hecho mucho progreso en México en los años recientes para permitir a trabajadores domésticos el acceder a seguridad social y simplificar los procesos para formalizar el trabajo doméstico. Para acabar con la informalidad requiere de cooperación de la sociedad en grande, dado que al final del día los empleadores necesitan reconocer su responsabilidad. El problema persiste porque la informalidad en este sector es conveniente para la clase media y alta, creando intereses funcionales en tratar al trabajo doméstico de alguna manera diferente al trabajo de oficina o de fábrica en términos de derechos sociales. En sí mismo, el caso del trabajo doméstico es un caso fuerte, no sólo porque es casi enteramente un sector informal, sino que también porque nos demuestra como la vulnerabilidad se transforma en desigualdad estructural. En la terminología de la teorizante feminista Nancy Fraser, la lucha de estas mujeres no es sólo un tema de redistribución, sino también uno de reconocimiento. Mientras nosotros consideremos a los trabajadores domésticos cómo una parte obvia de estilos de vida aspiracionales, y como trabajadores con los que sólo se debe de lidiar a través de relaciones personales (desiguales), nada va a cambiar. Esto significa que una gran parte de la lucha es cultural y social, y se comprende de generar visibilidad y conciencia, tanto de las obligaciones legales de los empleadores como de los trabajadores domésticos como tenedores de mano de obra y derechos sociales.
Los trabajadores sociales tienen una ventana grande cuando se trata de politización: Todas las personas en el poder conocen personalmente al menos a uno. La gran ironía de este problema es que está escondido a plena vista: Nunca hablamos al respecto, aunque el tema está muy seguido siendo discutido en la siguiente habitación. Mientras que los trabajadores domésticos enfrentan su propia parte de discriminación y trato despectivo, muchos (especialmente involucrados en trabajo de cuidados) son figuras queridas, esto podría sugerir que un grupo de activistas u oficiales del gobierno podrían atraer atención sustancial al tema y empezar a dar el buen ejemplo, la conversación de este tema podría esparcirse rápido, y es tan visible como cercana para millones de personas. La lucha en contra de la informalidad es una lucha de igualdad e inclusión, y se centra en reconocer la contribución y dignidad de todos los trabajadores que mueven a este país.
Traducido por Keren Venegas