Evitar estafas se ha convertido en una parte cotidiana de la vida adulta. Este ensayo expone una de estas estafas al compartir resultados de nuestro estudio de préstamos fraudulentos y discute cómo los ciudadanos merecen una mejor protección de estas prácticas.
Los estafadores son los nuevos gánsteres del capitalismo tardío. Podrías abrir la carpeta de “basura” de tu correo electrónico ahora mismo y descubrir al menos tres intentos en la última semana para robarte tu dinero. Tropezamos con docenas de intentos de engañarnos cada día, ya que nos hemos acostumbrado a participar en un sistema construido sobre la manipulación. La teoría económica liberal asume que los individuos son actores racionales, bien informados y respetuosos de la ley, tres veces equivocada. Existen industrias enteras que se alimentan de nuestras emociones y la sociedad se ha vuelto tan compleja y falsa que apenas alguien la comprende. En la era de en línea, el lucro de la decepción se ha convertido en una epidemia. Esto puede adoptar formas seudo legales como el “pumping” de criptomonedas o los falsos gurús empresariales, así como delitos directos como las estafas con tarjetas de crédito.
En este ensayo, primero discutiremos los efectos más amplios y el contexto social de las estafas, antes de compartir los resultados de una investigación sociológica que mi equipo realizó sobre préstamos fraudulentos en Nuevo León, México. Finalmente, utilizaremos las conclusiones de este estudio para politizar los problemas y proponer algunas soluciones.
Nuestra sociedad está muy acostumbrada a las estafas en el sentido amplio de las formas rentables de mentir. Como he discutido en ensayos anteriores, estas prácticas se han incorporado durante mucho tiempo en nuestro orden económico y político. En este texto nos enfocamos en estafas como acciones directamente depredadoras, que a menudo están dirigidas a robar a grupos vulnerables. El fraude financiero en sí mismo es antiguo, como por ejemplo, los llamados “esquemas Ponzi” que se remontan a 1920 cuando Charles Ponzi encontró una forma de acumular riqueza sin realmente invertir, pagando a los inversores antiguos con el dinero de los nuevos inversores. Sin embargo, con el surgimiento de Internet, los estafadores han ganado tanto la herramienta de invisibilidad como el acceso a la atención de las personas comunes. Se pueden encontrar grupos vulnerables a través de anuncios dirigidos y los estafadores pueden pretender ser cualquier persona o cosa sin el riesgo de ser golpeados en la cara si las cosas salen mal. Si bien el daño directo que las estafas causan a sus víctimas es obvio, también debemos apreciar el daño colectivo que estas prácticas parasitarias hacen a la sociedad. Para empezar, dado que las autoridades, las empresas y los usuarios esperan ser estafados por defecto, nosotros, los ciudadanos normales, necesitamos atravesar mares de burocracia y verificaciones de identidad para hacer las operaciones más simples. Dado que el fraude es común, al igual que con el robo, también aumenta el costo de los bienes para los consumidores, ya que las pérdidas se incorporan en el precio. Por último, cuando grandes estafas se desmoronan, como la reciente quiebra de un intercambio de criptomonedas fraudulento, se destruyen grandes cantidades de riqueza. Pero estos son problemas de personas ricas, en este ensayo nos centraremos en víctimas más cotidianas.
En la parte restante de este texto narraré las conclusiones de una investigación que mi equipo realizó sobre préstamos fraudulentos que apuntan principalmente a ciudadanos desesperados en Nuevo León, México. Los resultados más amplios y la metodología se publicarán por separado más adelante, pero basta con señalar que se basa tanto en nuestras experiencias con prestamistas informales/fraudulentos como en entrevistas con 35 víctimas.
Comencemos describiendo cómo funciona el fraude estándar. Las personas buscan préstamos informales en Internet o en la calle y se les remite a un número de teléfono. La persona que contesta el teléfono finge ser un profesional de finanzas que realiza una investigación y les otorga un préstamo con la condición de que primero paguen un depósito (+-10% del costo total) o una serie de depósitos para demostrar su confiabilidad. Una vez que se paga el depósito, se rompe el contacto con el cliente y queda claro que no había ningún préstamo. Nuestra investigación muestra que aunque existe publicidad en la calle, esto es predominantemente un ciberdelito que utiliza las redes sociales, en particular Facebook. El fraude se basa en falsificar identidades y aprovechar la desesperación o la ignorancia del cliente con respecto a la operación estándar del crédito, que nunca implica depósitos. Detalle importante: aunque las víctimas no saben nada de los delincuentes, se les solicita que compartan información detallada para obtener el “préstamo”, incluidas direcciones.
Nuestra investigación indica que la razón principal por la que las personas contactan a estos prestamistas informales en primer lugar es la desesperación. Es muy común que las personas intenten obtener préstamos para hacer frente a emergencias, como pagar los costos médicos de sus seres queridos. Otra razón común es comenzar un micro-negocio, como un puesto de comida. Si bien varios de los afectados tenían aspiraciones empresariales, es igualmente común que las personas hagan esto como estrategia de supervivencia para obtener algún tipo de ingreso, por ejemplo, después de perder su trabajo. En cuanto a esto último, a veces las personas también usan el crédito para cubrir los costos diarios mientras sufren períodos de desempleo. Nuestros resultados indican que es esta desesperación la que hace que las personas pasen por alto ciertas señales de advertencia y caigan en las trampas. Si bien no todas las víctimas son pobres, los fraudes prosperan debido a causas estructurales más amplias de la pobreza, como la falta de protección contra el desempleo o pensiones y barreras para acceder a servicios médicos.
Las consecuencias de estas estafas particulares dependen de cuánto dinero se perdió. Esto puede variar desde deudas y estrés aumentados, hasta la pérdida de varios meses de ingresos, así como oportunidades perdidas o tener que abortar planes educativos. Lo que destaca es que incluso cuando las personas son víctimas de crímenes, la gran mayoría no busca enjuiciamiento legal. Además de una falta de conocimiento sobre cómo hacerlo, esto puede estar relacionado con la falta de confianza en el poder judicial, pero también con la idea de que la persecución no vale el tiempo y los recursos cuando es poco probable que recuperen su dinero. Por último, las personas se sienten avergonzadas de ser víctimas de ciberdelitos y a menudo se culpan a sí mismas.
Estimamos que estos tipos de delitos son muy comunes dada la gran cantidad de respuestas que recibimos para nuestra modesta publicidad para esta investigación. Sin embargo, al mismo tiempo, son invisibles, ya que las personas adineradas nunca buscarían o encontrarían tales trampas, y se presta relativamente poca atención política a estos problemas, especialmente a nivel local. A diferencia de un robo, una estafa es un evento menos impresionante físicamente y la gente puede culpar a las víctimas. Sin embargo, la sociedad ha sido tolerante durante demasiado tiempo con estas prácticas depredadoras. En lo que sigue, propondré tres formas de aumentar la protección. Decepcionaré a algunos al decir de antemano que los microcréditos legales no son una de estas formas, ya que la deuda insostenible y los problemas de pago son problemas completamente separados. Lo que tienen en común los préstamos fraudulentos con otras estafas es que: a) funcionan debido a una asimetría de información, aprovechándose de la ignorancia; b) son difíciles de rastrear para la policía ordinaria; c) la persecución iniciada por la víctima no funciona. La sociedad debe resistir cada uno de estos puntos:
1. Campañas de información dirigidas. Si bien el gobierno es consciente de tales estafas y proporciona información preventiva, carecemos de campañas dirigidas. Los delincuentes hacen todo lo posible para fingir ser instituciones financieras reales, pero son a) actores no registrados; b) operan fundamentalmente de manera diferente a los prestamistas legales. Ciertos puntos clave de información, como que cobrar depósitos por préstamos es ilegal, podrían ayudar a las personas a identificar estas trampas. El desafío es dirigir esta información a través de una ubicación inteligente al mismo grupo al que los estafadores apuntan.
2. Fuerza especial anti estafas. La policía regular no está equipada para lidiar con estafas, ya que esto implica identidades falsas y (por lo general) no hay una escena del crimen física. Por lo que podemos decir, los delincuentes a menudo operan desde estados completamente diferentes. Sin embargo, los estafadores dejan importantes rastros detrás, como información bancaria, números de teléfono y otros rastros electrónicos. Estos pueden ser investigados por policías financieros y cibernéticos especializados para localizar a los delincuentes. Para que esto conduzca a un enjuiciamiento (a través de fronteras estatales), se debe crear una fuerza de tarea que vincule varias capacidades. Por ejemplo, el gobierno federal ya ha hecho progreso a través de la cooperación de varias agencias estatales en la lucha contra estafas particulares, como extorsiones de secuestro falso desde la cárcel.
Enjuiciamiento asertivo. Incluso si el punto anterior funcionara, las personas en general no denuncian ni intentan enjuiciar los delitos cibernéticos, lo que muestra los límites de nuestro modelo liberal de justicia basado en la litigación individual. El estado no debería esperar las demandas individuales para tratar de desmantelar los grupos criminales, sino tomar una postura proactiva y perseguir a los delincuentes por su propia iniciativa. En otros campos como la pornografía infantil, no es raro que la policía busque y embosque a los delincuentes por sí misma. En el caso de las estafas, ¡no son difíciles de encontrar! ¡Mi equipo encontró docenas! Y aunque yo no puedo permitirme participar en estafas por la ciencia, la policía podría participar fácilmente y tender trampas para arrestar a los estafadores.
Las soluciones mencionadas anteriormente no son gratuitas, como casi todas las intervenciones políticas, y requerirían voluntad política. Esto es aún más cierto para abordar las causas subyacentes que permiten que estas estafas prosperen, como la falta de protección adecuada del ingreso en caso de desempleo o vejez. La voluntad política puede ser convocada politizando y desestigmatizando este problema y haciendo visible lo común que es caer víctima de estafas. ¿Qué historia puedes compartir?
*La investigación mencionada se llevó a cabo en la UANL, en colaboración con Yessica Llanes-García. Un resumen ejecutivo de políticas de esta investigación está disponible a solicitud simple.
*Si tiene más preguntas sobre malas prácticas financieras o necesita ayuda con el enjuiciamiento, consulte el sitio web del https://www.condusef.gob.mx/
Traducido por Keren Venegas